Este texto hace parte de una serie de mini crónicas escolares escritas por Simón Ramírez, estudiante del grado once de la Institución Educativa Emiliano García. Simón hace parte del Taller de Medios y asiste a los Talleres de Escritura de la Casa de la Cultura. La Secretaría de Educación y Cultura en conjunto con el proyecto de lecto-escritura Literardota y Otras Letras se complacen en presentar la primera de muchas croniquillas que nos compartirá Simón.
TANTO DONDE RECICLAR Y TAN POCO RECICLAJE: PREDICAR Y NO APLICAR.
Que se hagan las basuras dice proféticamente
el timbre al descanso.
Que se arrojen en las canecas respectivas
dicen los directivos.
Y uno las recoge y las separa, por calidad y condición,
no calidad y no condición, como buen samaritanoUno cree que hace el bien por el planeta, uno
cree que lo salva, al menos un poco, pues cada vez hacen más campañas y más
canecas nuevas y más carteleras.
Sin hablarnos, eso sí , de los verdaderos
contaminantes en masa, los que se van comiendo nuestras montañitas y nuestro
valle, con sus falsas nubes y sus brumas mañanera (aprovechan los días nublados
como hoy para hacerle competencia a “diosito creador de nubes”).
Pero claro, a ellos no les interesa que nos
pongamos en contra de los que le colaboran al colegio con convenios a través de
los cuales “preparan” estudiantes para desempeñarse en la maquinita de
producción en masa: los estudiantes mismos.
No harán campañas contra los grandes
contaminantes.
En cambio sí te regañarán si no recoges una
servilleta, o un pedazo de papel de aluminio, o cualquier otra cosa.
Uno sabe todo esto, pero se deja llevar
creyendo que puede hacer algo, separando las basuras, recogiendo de por ahí
pedacitos de todo, inservible o servible, como creyendo que ayuda a alguien.
Y entonces…
Llega don Pedro, el señor del aseo, y todas
las canecas regadas por todo el lugar las vacía en una misma bolsa.
Uno se emputa y sigue reciclando… he ahí el
verdadero ciclo.
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