POEMAS DE LUCÍA ESTRADA*
EL AIRE se abrió lentamente con el
sonido de las campanas, y en los cuartos,
cada cosa ocupó su lugar y su nombre,
revelando de las palabras
su extraño alfabeto.
Entonces todo era posible bajo esa
luz de invierno que dibujó tu rostro.
¿Quién habita en esta tierra
precedida por el ángel?
¿Quién dispuso los vasos en los que
beberíamos el fervor de una pregunta?
Señalaste tras la ventana un jardín
cerrado,
y en él un estanque vacío esperando
por mis ojos. Era preciso
mirarlo con atención antes de que se
diluyera en la penumbra.
Estábamos inmersos en el paisaje, y
las voces del jardín venían desde adentro,
y las formas encontraban entre
sí su correspondencia.
Algo dijiste del vacío, y a lo lejos,
la fuente brilló en su propia
oscuridad.
Esto es lo que soñamos. Hundirnos en
la transparencia
y en el movimiento de la luz. Ella
recorre paciente lo que para nosotros
había perdido su misterio. Aquí están
todas las cosas recién descubiertas,
y el mundo, cada vez más liviano,
cada vez más pleno de sí mismo,
cada vez más verdadero.
Puedo escuchar el rumor de las
puertas que se abren
para conducirnos a otro silencio, y
cómo cavamos en él
aunque las cuerdas de la voz se hayan
debilitado.
El estanque se cubrirá de agua. Puedo
presentirla.
Es oscura y asciende hasta tus ojos
llenándote de extrañeza.
Pero delante de ti, nada perderá su
claridad.
Deja que tu corazón entable cercanía
con la muerte,
que allí también encontrarás
presencias luminosas.
Será entonces como si nunca
te hubieras apartado del camino: “El
resistir lo es todo”.
***
ABRO LA NOCHE para recibirte. En cada
palabra
mis manos inician un largo recorrido
hacia la sombra,
hacia lo que no es posible abarcar. Y
sin embargo,
helo ahí como si quisiera traernos un
pedazo de nosotros mismos,
un fragmento de luz, una sílaba
cerrada en su misterio.
Nombrarte es el comienzo del exilio.
Y permanecer en ti
una constante despedida. Ofrezco mis
ojos a lo que se diluye bajo tu lámpara.
A la eternidad que se desteje minuto
a minuto para que yo pueda entrar en ella.
Sin cortejos. Sin una guía para mis
pasos.
Escribo en el polvo este no saber
hacia dónde,
a qué distancia se oculta la rosa.
Nuestro diálogo es el inicio del
viaje, su silencio el camino de retorno.
Es necesario permanecer a la
intemperie.
*Lucía Estrada
(Medellín, 1980) Hace parte del comité editorial de la revista
Alhucema, Granada-España, y de la
Coordinación Cultural de la Corporación Otraparte en Envigado. Ha publicado los
libros de poesía Fuegos Nocturnos
(1997); Noche Líquida (San José de
Costa Rica, 2000); Maiastra (2004); Las Hijas del Espino, Premio de Poesía
Ciudad de Medellín (2005); La noche en el espejo (2010), Premio
Nacional de poesía Ciudad de Bogotá y Cuaderno
del Ángel (2012), Beca de Creación en Poesía, otorgada por el Municipio de
Medellín.
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